En Crystal Dynamics, no nos mojamos demasiado. Salvo algunas producciones por cuenta de Disney y su desastrosa saga Legacy of Kain, antes conocida como Soul Reaver, hay que reconocer que la firma estadounidense no destaca por sus conceptos innovadores. Ah sí, recordamos lo memorable modelo 3d en N64 que presentaba un pequeño reptil con gafas de sol que le daba una "actitud genial" que le valió la atención de los jugadores en ese momento. Desafortunadamente, es esta pasividad y esta falta de toma de riesgos lo que jugará una mala pasada en la serie insignia de Crystal Dynamics. Esta nueva aventura estaba bastante bien anunciada con como gran novedad la posibilidad de encarnar a su vez a Raziel y Kain, los dos hermanos rivales. Nuestros dos cómplices que alguna vez lucharon entre sí, se ven obligados a luchar al unísono para poner fin a los maquiavélicos planes que se ciernen sobre ellos y sobre el reino de Hylden.
Los neófitos se abstienen
Por mucho que te lo anuncie a quemarropa, aquellos que pensaron en llevar la serie por el camino sin ningún conocimiento corren el riesgo de confundirse, por decir lo menos. El escenario torturado y, hay que decirlo, bastante bien armado remite tanto a episodios anteriores que interferir en esta dramaturgia siendo virgen de cualquier conocimiento corre el riesgo de ser más una carga que una ayuda preciosa. Siendo la historia de Legacy of Kain: Defiance la culminación de las primeras cuatro obras, el jugador, como los dos protagonistas del juego, irá a ciegas en esta búsqueda de la verdad. Especialmente porque la información se destila con moderación y los muchos giros seguramente darán lugar a nuevas preguntas. Un golpe bastante mal jugado por parte de los desarrolladores si su objetivo era atraer a un nuevo público tentado a interesarse por esta obra que se anunciaba con los mejores auspicios. Es por tanto en el sufrimiento que el jugador medio comenzará esta odisea vampírica a los mandos de Kain primero y luego de Raziel.
gemelos falsos
Es por tanto que a su vez tomaremos el control de nuestros dos amigos y para crear una sensación de renovación en el jugador, los desarrolladores han decidido ponernos directamente en la piel de Kain. Carácter tan carismático y alineado con una precisión perfecta, nuestro señor de los vampiros también viajará por las tierras de Nasgoth para finalmente conocer el resultado final. Aunque sus movimientos son casi idénticos a los de Raziel, Kain parece mucho menos flexible que su compañero, sin mencionar que este último no soporta muy bien el contacto con el agua. La jugabilidad entre nuestros dos héroes, por lo tanto, gira en torno al mismo eje con secuencias que son, por decir lo menos, idénticas. Los diferentes ataques, una vez asimilados correctamente, te permiten encadenar algunos combos efectivos. A medida que progreses, desbloquearás nuevas técnicas de combate con un daño devastador. La telequinesis también juega un papel clave en el juego, ya que te permite repeler ciertos ataques o, por el contrario, te permitirá atacar a los enemigos a largas distancias. Puedes levitarlos en el aire y luego empalarlos, tirarlos al vacío o incluso quemarlos. Los enfrentamientos adquieren así una mayor escala, sin causar nunca que el jugador caiga en la fatiga de la batalla. Pero como cualquier ser normalmente constituido, tienes un punto débil que te obliga a alimentarte de la sangre de tus oponentes por Kain o de su alma por Raziel para mantenerte en buena forma. Entonces tendrás que aprovechar un momento de fatiga de tus oponentes para saciar tu sed. Por el contrario, si prefieres acabar con ellos con nobleza, aumentarás el indicador de potencia del Reaver (tu espada) que te permitirá o bien provocar un ataque final (para deshacerte de varios enemigos a la vez), o bien operar puertas antes inaccesibles.
Porque te espera otro gran ejercicio, el de orientarte en escenarios más laberínticos que una verdadera carrera de obstáculos. Legacy of Kain: Defiance es ante todo un juego en el que tendrás que encontrar constantemente tu camino en entornos vastos y no siempre muy claros, especialmente en el mundo espectral de Raziel en el que reina un desenfoque artístico donde los contornos se duplican y crean un universo más caótico. Pierdes el equilibrio fácilmente y los menos pacientes corren el riesgo de golpear la mesa con el puño. Los entornos en los que evoluciona el jugador se han producido íntegramente en 3D y para un título de esta envergadura cabría esperar un manejo manual y sobre todo instintivo de la cámara. No es así ya que el uso de dicha cámara aquí es dinámico y salvo algunos movimientos restringidos hacia la izquierda y hacia la derecha, es imposible cambiar el punto de vista como mejor nos parezca. Este manejo de la cámara es tan desastroso que durante los combates suele ocurrir que los enemigos salen de la pantalla obligándonos a atacar a ciegas y provocando en ocasiones bonitos bugs de todo tipo. El pináculo se alcanza durante las fases de andenes que claramente nos impiden ubicar las distintas cornisas a alcanzar, obligándonos una y otra vez a reproducir la maniobra. No hablemos de la multitud de errores de colisión menores y mayores que a veces te obligarán a reiniciar tu consola porque accidentalmente te quedaste atascado en uno de los elementos de la decoración. Una situación muy frustrante si tienes la mala suerte de haber olvidado guardar tu progreso. Es aún más desesperante ver a los diferentes personajes encajar en los elementos de la decoración, recordándonos a otra serie insignia de Eidos (sigue mi mirada). Afortunadamente, los puntos de control son bastante frecuentes y, a menudo, están bien ubicados. En cuanto a la IA de los enemigos, resulta más artificial que inteligente ya que estos últimos tienen la desafortunada tendencia de esperar su turno en lugar de atacar en masa.