profesor layton natural
El profesor Layton y la Máscara de los Milagros tiene un nombre acertado. Porque el milagro está ahí, en el lateral del volante 3D de la Nintendo 3DS que algunos pensaron que no volverían a tocar. En el afán de utilizar la plataforma sobre la que se desarrolla su título, Level-5 se ha permitido la pequeña locura de ofrecer una gestión en profundidad que, en ocasiones, destaca elementos importantes y ayuda a encontrar lugares de inspección para aprovechar el nuevo "zoom". rasgo. Un efecto que participa en un despertar muscular general del juego, que finalmente cuenta con algo de animación en la fase de investigación y exploración con un agradable movimiento de pivote cuando la lupa barre la pantalla en busca de pistas. Un puntero que también se tiñe de azul tan pronto como sea posible sortear un obstáculo en primer plano para ver lo que sucede detrás. Una transición suave que en la mayoría de los casos conduce al descubrimiento de las famosas monedas SOS u objetos raros, que se suman a una lista de tesoros para desenterrar en los rincones más oscuros de Dorémont y otras ciudades. Dejando el 2D pasado de moda por un exceso de grosor con piezas reales de polígonos, El profesor Layton y la Máscara de los Milagros nunca pierde su ADN y lo recuerda con una estructura casi inalterada. Por aterrador que pueda parecer, las personas que se encuentran en las calles que cruza el profesor siempre tienen este TOC que los impulsa a proponer un acertijo al primer tipo con sombrero de copa. Ya sea resolviendo el problema de dos mariquitas perdidas en una mazorca de maíz o el de arreglar una teja rota, los habitantes de este complejo mundo asaltan al jugador con acertijos, empujando alegremente el número de los 150 misterios disponibles en parte de la aventura.
Un consuelo en la inmersión que se basa en la impresión finamente trabajada de participar en un anime"
Una cifra a la que hay que sumar los tests que se descargarán día a día de forma gratuita durante un año, es decir, 365 razones más para meter la cabeza bajo el agua fría tras 30 minutos de intensa reflexión. La mayoría de las veces bien pensados, los rompecabezas del Profesor Layton y la Máscara de los Milagros tienden a repetirse gradualmente con versiones más o menos alternativas. Ni más ni menos complicados que los del apartado anterior, adolecen de la misma dificultad para renovarse lo suficiente, sobre todo en cuanto a las interacciones que ofrecen. Sobre todo porque algunas declaraciones todavía sufren el síndrome habitual de la serie, una cierta falta de indicaciones que opone al jugador a la comprensión de lo que debe hacer más que a la resolución. Nada realmente malo en una fórmula ganadora, que a pesar de una curva de evolución que se parece más a la autopista, aún logra atraer por ese encuentro entre el desafío de un rompecabezas y el placer de seguir una hermosa historia. En esto, El profesor Layton y la Máscara de los Milagros es como un sillón inglés antiguo muy cómodo. A riesgo de convertirse también en un mueble.