El primer contacto con The Messenger resulta ser clásico. Una breve introducción, compuesta por pantallas pixeladas fijas y acompañada de música chiptune que huele bien a 8 bits, nos cuenta que un pueblo de ninjas, los últimos supervivientes de la especie humana, se prepara para la inminente invasión de un ejército demoníaco. Afortunadamente, la leyenda dice que un héroe vendrá del oeste para ayudarlos a superar este peligro. Y como debe ser, los monstruos llegan en el minuto, seguidos al poco tiempo por el héroe, quien le confía un preciado pergamino a un joven ninja. Este aprendiz eres tú, y tu misión es llevar el pergamino a la cima de una montaña. Clásico, muy clásico... Pero afortunadamente, unas pocas pistas llegan rápidamente para alertarnos sobre la naturaleza bastante singular del juego: el misterioso comerciante que lo dirige está algo fuera de lo común. Con humor cuenta muchas historias filosóficas, se burla regularmente del héroe e incluso ocasionalmente rompe la cuarta pared. Los primeros intercambios entre el mercader y el ninja son, por ejemplo, la ocasión de oír hablar de un tal John Gaiden, de aprovechar un comentario de que hay "demasiado texto para un solo cuadro de diálogo", o incluso de leer: "algunos son buscando amor o reconocimiento, otros solo esperan que Devolver firme su juego rudo". Más tarde, el héroe preguntará regularmente sobre la naturaleza del próximo jefe al que se enfrentará. En resumen, los desarrolladores juegan la carta de la connivencia con el jugador. Veremos más adelante que esto va más allá de la etapa de un simple gimmick, siendo toda la aventura un homenaje a los videojuegos de antaño. Empezando por Ninja Gaiden, por supuesto. The Messenger usa todos los códigos, y por eso nos ofrece la plataforma a la antigua, con muchas paredes móviles, proyectiles que esquivar, puntas afiladas, abismos mortales, enemigos más o menos duros y jefes "patronados" que llegan a concluir cada área atravesada.
LA TEORÍA NINJA
Nuestro ninja tiene una gama relativamente amplia de golpes y movimientos, ya que puede blandir un sable, disparar shurikens de energía, aferrarse a las paredes con garras, flotar con una capa y usar un gancho de agarre en el eje horizontal. Pero lo más interesante sigue siendo el "Cloud Jump", que permite tras impactar en determinados elementos (linternas, proyectiles enemigos, etc.) realizar un salto adicional, repitiéndose el proceso siempre que se encuentren objetivos sobre los que rebotar. Todos estos elementos juntos aseguran movimientos rápidos y fluidos, y por lo tanto sensaciones agradables, una vez que el controlador está bien en la mano. Por cierto, tenga en cuenta que es imposible reasignar las teclas del teclado en la PC, aunque estén muy mal elegidas. Por lo tanto, el gamepad es muy recomendable, especialmente porque algunos pasajes son muy difíciles. Estos picos de dificultad a la antigua se expresan a través de gráficos que también datan de otra época. ¡Y a veces, pica los ojos! Incluso sospechamos que los desarrolladores eligieron deliberadamente una pantalla particularmente fea como la primera imagen de la secuencia introductoria. Con cuatro colores y apenas más píxeles, hay suficiente para asustar al amante de la modernidad. Pero tenga la seguridad de que aquí también las cosas no son necesariamente lo que parecen a primera vista. Por un lado, estos gráficos de 8 bits mejoran muy rápido y, a diferencia de la "escena" de introducción, las pantallas del juego no carecen de encanto. Ciertamente, algunas áreas todavía parecen muy vacías. Pero no podemos hacer nada al respecto, ¿verdad? A menos que sea solo otro truco por parte de los desarrolladores... Es hora de rasgar el velo y contarte más sobre la verdadera naturaleza del juego. Pero no leas lo que sigue si algún día planeas aprovecharlo al máximo. de The Messenger, cuyo sabor se debe en gran medida a las sorpresas que tiene reservadas para los jugadores.
¡ESTO SE VA A SPOILER, QUERIDA!
Es muy simple, el juego está lleno de giros, grandes y pequeños. Los jefes nunca son las caricaturas que parecen cuando se encuentran por primera vez. Nos encontramos con ciertos personajes que pensábamos que estaban fuera de la ecuación, y los redescubrimos desde otro ángulo. El pergamino que llevamos encima desde el comienzo de la aventura tiene un papel muy particular (que no detallaremos aquí, solo para no desvelarlo todo). Pero lo más asombroso proviene de ciertos cambios de situación a gran escala, que vienen a redefinir los gráficos y la jugabilidad de la aventura. Así, después de pasar varias horas en este clon de Ninja Gaiden con aspecto de 8 bits, de repente te encontrarás en una atmósfera de 16 bits. Más colores, escenarios mucho más detallados y música más rica: el jugador da un verdadero salto en el tiempo. Y a decir verdad el personaje también ya que, giro tras giro, acabarás pudiendo ir y venir entre las dos épocas. A partir de ahí, lo que era un simple juego de plataformas a la antigua se convierte en un juego mucho más moderno, que nos ofrece resolver pequeños acertijos, este mecanismo de salto de tiempo que nos permite cambiar instantáneamente la apariencia y el diseño de los niveles. La aventura que se creía lineal acaba convirtiéndose incluso en un auténtico metroidvania, donde tienes que volver periódicamente para encontrar nuevas zonas. Por lo tanto, hay motivos para entusiasmarse con The Messenger que, bajo su aire de "un juego retro más", en realidad esconde múltiples tesoros.